A principios de año sonaba la noticia. La compañía portuguesa Hi Fly lanzaba el primer vuelo comercial sin objetos de plástico a bordo. Se trataba de un ensayo que en los doce meses siguientes pretende incorporar artículos sostenibles y biodegradables para evitar hasta 350 kilos de residuos anuales.
Teniendo en cuenta que cerca de 100.000 aviones comerciales despegan a diario en todo el mundo, que el año pasado volaron cuatro billones de pasajeros y que la previsión para las próximas dos décadas es doblar esa cifra, la acción de Hi Fly, si marca tendencia, será algo más que simbólica.
Estos primeros vuelos de ensayo del charter portugués servirán para probar la idoneidad de los diferentes artículos que deben sustituir al plástico. A bordo de Hi Fly se pueden encontrar decenas de objetos de usar y tirar que han dicho adiós al plástico: tazas, cucharas, saleros, bolsas, envoltorios para mantas, platos, botes de mantequilla, botellas e incluso cepillos de dientes. O lo que es lo mismo, una apuesta por utensilios biodegradables y un sistema de reciclaje exigente.
Cuando el vuelo aterriza, se recogen los desperdicios y se entregan a un operador de gestión de residuos. En el caso de las botellas de cristal se devuelven al proveedor para su limpieza y rellenado, mientras desperdicios como el papel se destinan al reciclaje.